Es verano. Estamos en un pueblo de la costa mediterránea de Francia, es plena temporada de vacaciones pero ha llovido mucho y los negocios no se mueven.
Están todos muy endeudados.
Por suerte, entra un rico turista ruso a la recepción de un hotelito local. Pide una habitación y pone un billete de 100 Euros en el mostrador. Toma la llave y va a inspeccionar la habitación, que queda en el tercer piso por la escalera.
El dueño del hotel toma el billete y sale corriendo a pagarle a su proveedor de carne, a quien debe E100.
El carnicero toma el dinero y corre al mayorista para pagar su deuda.
El mayorista corre a lo del granjero para pagarle E100 por los cerdos que le compró hacía ya tiempo.
El granjero le da triunfalmente los E100 a una prostituta local por los servicios que le dio a crédito.
La prostituta va rápidamente al hotel, ya que tenía una deuda por el uso de habitaciones para entretener a sus clientes, y pone el billete en el mostrador.
En ese momento el rico turista ruso baja hacia la recepción e informa al propietario que la habitación propuesta no es satisfactoria, se lleva los 100 Euros y se retira.
No hubo ganancias ni entradas, pero ya nadie está endeudado y la gente del pueblito mira hacia el futuro con optimismo.
18 nov 2009
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