3 mar 2010

La pura realidad

Dos mujeres se encuentran en la calle. Una de ellas va saliendo del salón de belleza.

“¡Hola, amiga! ¿Te cortaste el pelo?”

“Sí, querida. ¡No te imaginas con quién... Yulián, ese maestro de la tijera! ¿Cómo ves?”

“¡Maaraaviiillooosooo! Te ves 10 años más joven. ¡Qué bárbaro! Quiero hacérmelo igual. ¿Fueron luces?”

“Nooo, es una nueva técnica para aclarar el cabello que él trajo de Italia. Imagínate que bla, bla, bla... (media hora después)”.

“Bueno, amiga. Vete a tu casa que tu esposo se va enorgullecer de la esposa que tiene”.

“¡Ay, amiga, que linda eres!”

Una de las mujeres se va pensando:

"Esa piruja se ve ridícula y no se da cuenta. No entiendo cómo su marido, tan guapo, sigue casado con ella."

La otra mujer se dice para sí:

"Esa zorra debe de estar muriéndose de la envidia. Y todavía quiere hacerse lo mismo. ¡Desgraciada! No es posible con su pelo de escoba. ¡Ni! con un implante!”

Al poco rato, dos amigos se encuentran en la calle; uno de ellos va saliendo de la peluquería:

“¿Qué pasó, güey? ¿Te cortaste el pelo, cabrón?”

“Sí, güey, ¿por qué?”

“Es que te ves bien pinche ridículo”.

“Sí, güey, pero a tu mamá le va encantar.”

“Ja, ja, ja, órale. Ya me voy, adiós. Oye, y me saludas a la buenota de tu esposa”.

“Chinga tu madre, puto. Adiós. Sigue pendiente el juego de domino, eh maricón”.

“Sale, cabrón. Va. Adiós”.

Uno de los hombres se va pensando:

“¡Ese güey me cae a toda madre!”

El otro dice:

“¡Este cabrón es de pelos!”

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